domingo, 19 de septiembre de 2010

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Existe un lugar, paradero del cual solo es conocido por los más románticos soñadores.
Pues un poder ancestral lo oculta de la mirada superficial de los pregoneros de corazón helado: los bohemios.
Un lugar, visitado por muy pocos, y conocido con el nombre de El Árbol Del Ahorcado.

A la mirada de sus visitantes, se muestra como un bosque de dimensiones desconocidas.
Aunque nadie ha estado nunca más allá de lo que ocupa su monumental rey, el árbol.
Y es que cuando estás ahí, sólo el árbol te da la calma y la fuerza que buscas.

En la rama más alta del árbol brota inexplicablemente el único ser vivo eternamente sujeto al árbol: una planta trepadora que sujeta con fuerza el cuerpo muerto del más antiguo habitante del bosque.
El ahorcado que, con sus infinitos ojos agónicos, desnuda a sus visitantes hasta dejar al descubierto solamente sus sombras.
Estas sombras son incapaces de percibirse entre ellas. Sólo pueden interpretar el mundo que les rodea.

La oscuridad envuelve siempre el bosque. Nunca se ve nada. Solamente el árbol y su eterno huésped. Aunque se sabe que junto a él viaja un río de agua salada, nacido de cada una de las lágrimas derramadas por los soñadores.
Por eso el suelo siempre está mojado, aunque nunca llueva en este paraje.
16 veces al año, el río se tiñe de sangre que impregna con su olor todo el bosque.

Hay otros elementos que acompañan siempre a las sombras de los que observan el árbol del ahorcado.
Una gran luna, siempre llena, y desdichada. Pues nunca descansa, nunca ilumina, y nunca ha conocido nubes o estrellas.
Y el viento que viaja incansablemente por el bosque, reposándose en los oídos de sus visitantes, y que trae consigo los llantos y el dolor de todas las sombras que han pasado por el lugar.

Este íntimo paraje se ha convertido en un paraíso para los corazones más latentes de la humanidad.
Sus huéspedes encuentran paz, tranquilidad, tiempo, confort, bienestar, inspiración...
Han pasado por aquí tales como Quevedo, Shakespeare, Goethe, Neruda, Lorca...Aunque ante la mirada del ahorcado sólo eran sombras.

Es increíble como un lugar como este, un bosque muerto presidido por un muerto colgado de la rama más alta de un árbol, pueda dar a cada uno de sus visitantes aquello que más anhela, y que no encuentra en el mundo colectivo.
Increíble pero cierto. El dolor que sufre el muerto colgado supone una fuente de placer para sus egoístas admiradores.


El miedo de todos ellos a perder un lugar como este, significa que seguiré aquí para siempre.
Hasta que algún día, alguien decida enfrentarse sólo al mundo exterior, y me de un entierro, para que la tranquilidad, el bienestar y la paz que siempre he otorgado a mis visitantes sean, por fin, conmigo.

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