miércoles, 26 de febrero de 2014

Una guerra fría





Un rayo iluminó por un eterno segundo todo el bosque desafiando al ahorcado que ocultaba sus huéspedes bajo la oscuridad de las sombras.

Jamás luz alguna había cruzado las verjas que protegían este condenado paraje. Ahora había encontrado una brecha de entrada a nuestro mundo, y no parecía estar de paso. Más bien todo apuntaba a que estaría bañándonos de luz hasta que algún trueno consiguiera encontrar la forma de entrar, apagando para siempre esa condenada luz. La auséncia de respuesta al ataque de aquel rayo supuso el terror para todos los que habitaban este bosque. Todos querían que el Trueno apareciera y desterrara de un grito aquel rayo. Y el trueno estuvo ahí, pero calló como nunca.

Un nuevo frente había estallado sin previo aviso. Esta vez en un terreno poco neutral, parecía más una guerra fría de provocaciones que un fin de tregua. Y ante estas, el trueno sólo fue capaz de ceder. Desde que empezó todo este conflicto, por primera vez el rayó dejó mudo al trueno. Y eso sólo avivó más aún al rayo.

Todas las sombras empezaron a correr aterradas en busca de cualquier lugar que sirviera de protección de toda esa luz.

Y yo, sentado y aterrado, perdí la mirada y esperé. Un rayo cayó a escasos metros de mí partiendo una enorme roca en dos. Podría haber sido yo, pero poco importaba. Cualquier cosa es mejor que seguir aquí.

"No se te permitirá ese placer.
Cumple tu condena y te será descubierto el camino.
Descubre el camino y habrás cumplido tu condena."

Parece ser que el ahorcado no se inmutó ante la presencia del gran intruso.

Recuperé la mirada y observé el bosque a cada destello de luz que se teñía sobre él. Sólo el rayo y las sombras que huían aterrorizadas de la luz conseguían dar a este sitio algo de ritmo. Los segundos se despojaron de sus cadenas y empezaron a correr. Tras la roca partida en dos entreví una naturaleza artificial llena de arquitectura. Alguien construyó algo en el paraje donde todo se destruye, y lo ocultó a los ojos y susurros del ahorcado. Me acerqué.

[...]

jueves, 20 de febrero de 2014

Dos mundos



Es duro ver como en el mundo que hay tras el que habito el tiempo avanza decidido y sin temblar.
Y sin embargo, en este los segundos parecen arrastrar cadenas cada vez más y más pesadas. Hay instantes incluso en los que parece que el tiempo ni siquiera existe.

Hace años estuve aquí y nunca llegué a darme cuenta de ello. Pero cuando me vi desterrado y de frente a un nuevo mundo, el tiempo me embistió dejándome en un estado casi inconsciente.
Todo fluía con la misma rapidez que sencillez. Y yo fluí sin darme cuenta como todos lo hacían. A toda velocidad y sin ser demasiado consciente de ello. Disfrutaba y sufría sin darme cuenta...

Y ahora, de nuevo, aquí. Siendo plenamente consciente de todo por lo que pasé, pero encerrado en un mundo donde nada fluye, el tiempo parece negarse a sí mismo y la sencillez no tiene cabida en tal macabro laberinto.


"No recuerdas cuándo fue la última vez que estuviste aquí
y ahora te presentas sin saber ni cómo has llegado."

Aún resonaba el grito del ahorcado en mis pensamientos. Un grito... Él siempre susurraba como para confundirse con tu consciencia. Esta vez gritó adueñándose de mi sombra.

Pero es cierto. No recuerdo que fue lo que me llevo a abandonar este mundo. Ni la gota que colmó el vaso, ni las que lo habían ido llenando poco a poco antes de salir corriendo. Creo que la conclusión a la que debí llegar tras tantos años aquí, y que me debió empujar a desaparecer, debe estar encerrada dentro de aquel maldito cofre. No me pertenece pero viajó conmigo por todos y cada uno de los cambios que viví ahí fuera.

Quizás deba abrir ese cofre y destruir su contenido. Puede que así pueda volver a desaparecer. O puede ser que eso se convierta en mi sentencia final, condenándome a permanecer aquí eternamente.

Pero lo que creo que si está claro, es que la respuesta a todo se encuentra dentro de ese maldito y condenado cofre. Aquello de lo que tiempo atrás me despojé, renuncié y encerré en un cofre bajo llave, regresa como la gota que colmará otro vaso.  El último puede.

[...]

Los segundos parecen haber desistido y desafían ahora aún más al tiempo deteniéndose por completo.

"Tengo que salir de aquí. Debo encontrar el cofre."




martes, 18 de febrero de 2014

Un campo de Maiz




No soy capaz de destruir ese mundo.

Las cartas del destino siguen en el cajón de mi mesita de noche.
Sus notas en la pared. Los platos de nuestra última cena siguen donde los dejamos, con los restos de nuestro último manjar pudriéndose lentamente.
Un "post it" en el trabajo me recuerda cada día el momento de la historia en el que todo empezó a morir.
Sus fotos siguen acechándome cada mañana al despertar y cada noche cuando intento dormir.
La música de tiempos mejores sigue en alguna caja escondida tras la mudanza.

No soy capaz de destruir ese mundo.

Una vez planté maíz y pensé: "cuando haya crecido todo esto habrá terminado y ya no pensaré más en ella"
El maíz tardó pero creció. No se habia cumplido mi teoría y no fui capaz de recoger el fruto del trabajo de esos meses. Se pudrió y volví a plantar más.
"esta vez sí." Pero tampoco. Aunque esta vez lo recogí y se lo ofrecí directamente a ella.

No voy a plantar más maiz. De nada sirve. No soy capaz de destruir ese mundo.

lunes, 17 de febrero de 2014

la última vez del año



" No mires atrás.  No mires atrás.  No mires atrás. "

Cierro los ojos y me doy media vuelta. Quiero abrirlos. Quiero mirar atrás. Los abro.

[...]

El viejo árbol emerge de entre las cenizas y su fiel huésped se eleva justo enfrente de mi con sus grandes ojos fijos.

"Ya has jugado suficiente con la Muerte y el Destino.
No recuerdas cuándo fue la última vez que estuviste aquí
y ahora te presentas sín saber ni cómo has llegado."

Esta vez no susurra. Grita inyectado de ira.

"Ella ya estuvo aquí. Mucho antes que tú.
Te presentas aquí alegando que huyías sin destino.
Mentiras y más mentiras. Fluirá hoy el río con la sangre de aquel que jugó a ser Dios."


Todo oscurece. Todo enmudece. Pierdo el control y caigo inconsciente sobre las raíces del árbol.


" Quiero mirar atrás.  Quiero mirar atrás.  Quiero mirar atrás.  Quiero mirar atrás. "



viernes, 14 de febrero de 2014

Fín del juego






De repente la Muerte detuvo en seco su huida y se quedó fríamente fija.

Detuve mi carrera al instante y me quedé en posición, dispuesto a reanudar la persecución. Sabía como funcionaba el juego, y esa táctica ya la había utilizado conmigo. Esta vez no caería en su provocación. No había factor sorpresa capaz de descolocarme.

Pasaron los segundos como si estos estuvieran condenados a llevar grandes y pesadas cadenas. Poco a poco la Muerte se dio media vuelta. Cabizbaja. Temblorosa. Incluso llegó a parecer que estuviese llorando.
Levanto la cabeza y se quitó la oscuridad que le ocultaba el rostro.

En ese momento sentí hielo en el pecho. Fiebre, dolor. Mis piernas empezaron a temblar y en mi cabeza empezó una guerra de mil frentes.

Ella empezó poco a poco a acercarse a mi.

Y entonces lo entendí todo.

Todo lo que antaño construimos debía ser ahora destruido. Aunque para ella no fuera en su totalidad, para mi cada pequeña parte de ese mundo era única, reservada, e imprescindible para la totalidad del mundo que creamos. Por mucho que dejáramos pequeñas partes en pié, no servirían para sostener todo el peso que ello nos conllevaría.

"¿Cómo iba a imaginar tras la Muerte se escondía mi Musa, Cariátide, Reina, Diosa del Destino?"

La destrucción parcial de nuestro mundo era algo incontemplable para mi.
Seguir jugando como hasta ahora resultó serlo para ella.
Y ante tal enfrenta recogí la poca fuerza que me quedaba, me dí media vuelta y empecé a correr.

Estaba huyendo destruyendo así ese mundo en su plena totalidad.

Quizás sólo así pueda funcionar. Algún día.

[...]

Los segundos han sido condenados a cadenas aún más grandes y pesadas desde ese momento.
Siento que llevo demasiado tiempo y que he gastado demasiada energía en dicha huida.
Pero sigue sin ser suficiente.

No miro atrás. No se si ella se ha quedado ahí viendo como nos perdemos o si como hice yo tiempo atrás ha emprendido una persecución. No puedo mirar atrás. Quiero hacerlo. Quiero ver su rostro. Quiero saber que hace. Pero no debo mirar atrás.



Como el descenso de Orfeo a los infiernos a por su amada Eurídice,  una mira hacia atrás para ver si ella le sigue rompería la condición del dios Plutón castigándole definitivamente a la pérdida de su amada.



Los infiernos son nuestro mundo, ella es mi Eurídice, el dios Plutón nuestros miedos y yo el que se va luchando con fuerza y alma por no mirar atrás.


" No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. Mira atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. La amas. No mires atrás. No mires atrás. La amas. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás."

                                                                                                                                      No mires atrás.

Tras la Muerte



Y quizás sea, y solo a lo mejor, esa persecución constante a la Muerte lo que más me divierte. Incluso más aún que la própia posibilidad de atraparla.

Cada centímetro que me gana o cada milímetro que recorto son el más bello juego que me inspira a seguir corriendo tras ella.

Y parece ser, sólo quizás, que cada gota de esfuerzo que derramo en dicha gesta le dan a ella la fuerza que la empuja a seguir huyendo.

Y lo mejor de todo es que nos encanta.

Reencuentro



Y justo cuando mis dedos estaban a pocos milímetros de alcanzar la Muerte, un músico se cruzó en mi camino para obligarme a detenerme.
Sin nisiquiera mirarme empezó a tocar su guitarra. La Muerte dejó a su vez de huir para mirarme con tristeza.
El artista empezó a cantar. Sonaba a despedida.
I eso resultó. La Muerte envuelta de pena se despidió y se esfumó al finalizar la interpretación del artista intrometido.

Y me vi sin ella, sentado esperando que algún dia volviera para recuperar o reemprender aquello que nunca fue.

Disfruté de una vida sin La Muerte y, aunque pudo parecer más fácil así, la estuve echando de menos en cada momento. En los mejores y en los peores ella se cruzaba por mi mente.

Seguía esperándola. Como iba a vivir tranquilo o contento si a cada momento triste o feliz no podía al menos compartirlo.

Una vida sin muerte no me solucionaba nada.

[...]

Y un dia recibí una postal desde Ásia. Anónima.
me citaba en una fecha concreta y en un paraje lejano y desconocido.

Una intuición me llevó a pensar en ella y fui sin pensarlo.

Esta vez no habria huida. No me podia citar para salir corriendo al verme.

Y cuando llegué la vi.

Bella como siempre, parecia contenta ante mi presencia y se mantuvo inmobil ante mi acercamiento.
Más cuando me pareció estar cerca reemprendió su clasica huida.


Y aqui me encuentro.
Otra vez.
Persiguiendo a la Muerte.

Sólo que esta vez es distinto.
Parece que despues de un largo tiempo de descanso, y tras echarla mucho de menos, hay algo distinto.
Puede que no me queden fuerzas para seguir tras ella. Por mucho que quiera. o que crea querer.

Pero aún así corro tras ella, pues nada me aterra tanto como el saber que la dejé escapar.

Persecución de Muerte




¿Cómo he llegado yo a esto?

¿Qué estoy haciendo aquí?

Lo último que recuerdo es que estaba rodeado de gente. Había una fiesta y todos se divertían. Algo perturbaba la mía.
¿Que era? espera! había alguien que estaba en el meollo de todo pero que se veia extremadamente ajeno a todo. Negro entre colores, sombra entre luces.
Mierda, La Parca! se percató de mi descubrimiento y salió corriendo entre la gente.

¿que cojones hacia ahí, y lo que es aun más desconcertante, por qué coño empecé a correr tras ella? hay que ser imbécil para perseguir a la muerte vaya donde vaya...

Recuerdo escaleras, muchas escaleras. Vi a la Muerte subir, saltar, bajar, y siempre desde atrás. Cada vez había menos luz.

Recuerdo una puerta. Enorme. de madera. detrás mucha Luz. Creo que ella está detrás. La abro y caigo.

Y hasta ahora que me despierto. Al parecer he caido desde lo más alto de una catedral. Estoy vivo. Estoy en otra ciudad. Ella no está.

Que mierdas está pasando!

¿Porque coño salgo corriendo de una fiesta persiguiendo la Muerte hasta los sitios más oscuros y sin importarme nada más que atraparla?
Y lo que me desconcierta más aún; ¿cómo coño puedo estar vivo si me he caído desde lo alto de una catedral? ¿EN MADRID? MIERDA! AHÍ ESTÁ!!

Salgo corriendo tras ella sin importarme nada más.




Otra Musa



Y resultó que la reina del destino era tan sólo otra musa.
Otra belleza muerta rebosante de inspiración que da vida al artista...otra.

Por un segundo creí ver brechas de vida en ella...las vi!
y nunca aparté mi mirada de ella, incluso cuando descansaba. Yo creía ver vida en ella.

Pero no, sólo otra Musa.

¿Por qué? Yo pensé que viviría hasta el fin predecido. Pero resulta que nunca estuvo viva.
Alomejor vivió durante mis parpadeos o cuando mis ojos se distraían en algo muerto por un instante...

Otra musa, tan sólo eso...


El fatídico fín está cada vez mas cerca. Mi Musa del destino desaparecerá y se llevara todo vestigio de pequeña vida y felicidad que consigo traía.


mereció la pena...
merece la pena.
hasta ese fin, merecerá la pena!