jueves, 19 de diciembre de 2013

Tan sólo un escalofrío



¿Qué esperanza le quedará ya al Muerto cuando su único anhelo sea el de perderse entre los oscuros avernos del mundo de Morfeo? ¿O cuando su último pensamiento se centre en hallar las puertas del infierno de su subconsciente? ¿Cuando sus hábitos más primitivos se vean alterados a consciencia para sufrir irremediablemente las leyes de la biologia que conducen a uno a adentrarse en los parajes de las pesadillas?

Un escalofrío. Tan sólo eso.

Capaz de recordarle el temblor de los labios de su Reina del Destino yaciente entre sus brazos y sábanas. Y sólo los últimos alientos de sus dias eran suficientes pare devolverle a su Reina el calor que necesitaba para descansar.

Sólo así se podían permitir renacer por la mañana siguiente, con lo justo para querer seguir.

Aunque sólo fuera por otro dia más, de idéntico final.

Reyes de la Nada





"Tras una breve pero interminable batalla autodestructiva, rayo y trueno se vieron bloqueados. Ante el terrible temor que ambos sintieron al ver el insólito infierno que estaban dejando como legado al vencedor se vieron obligados a firmar un tratado de tregua."

Algo distrayó su atención obsesiva por destruir al eterno rival. Al parecer no era sólo una guerra de dos. Alguien más se encontraba entre sus dos mundos, cuidadosamente callado, observando cada acto y reflejo que cometían. Hasta que decidió callar aún más apagando la luz del rayo ante los ojos del trueno y el oscuro grito del trueno ante los oídos del rayo.
Abrumados por la repentina soledad que les producía la ausencia de las replicas de su rival empezaron a observar el legado que reclamaban. Un legado autodestruido en cada ataque, en cada golpe.
y Ninguno queria ser rey de ese infierno.

Entonces quien siempre habia callado, ahora más que nunca habló:

"Sólo Yo soy dueño del destino. Yo decido cuando curar y cuando destruir. Vosotros sólo podeís anhelar el decidir si mi cura es la muerte o mi destrucción la salvación. Si no lo aceptaís yo lo haré por vosotros y, creedme, ni la Fortuna os darà la mano."

Y calló el guardián.

Rayo y trueno se vieron de nuevo justo donde lo habían dejado. Aunque la desautorización de la voz hacia sus Egos les impedía retomar la batalla.

Aterrados y Consumidos por el miedo sólo juntos se veían capaces de sobrevivir.



El tiempo que transcurre entre la luz del rayo y la voz del trueno marca la distáncia a la que se encuentra la tormenta.

Lo curioso es que es justamente ese momento de silenciosa calma lo que angústia a uno.