viernes, 14 de febrero de 2014

Fín del juego






De repente la Muerte detuvo en seco su huida y se quedó fríamente fija.

Detuve mi carrera al instante y me quedé en posición, dispuesto a reanudar la persecución. Sabía como funcionaba el juego, y esa táctica ya la había utilizado conmigo. Esta vez no caería en su provocación. No había factor sorpresa capaz de descolocarme.

Pasaron los segundos como si estos estuvieran condenados a llevar grandes y pesadas cadenas. Poco a poco la Muerte se dio media vuelta. Cabizbaja. Temblorosa. Incluso llegó a parecer que estuviese llorando.
Levanto la cabeza y se quitó la oscuridad que le ocultaba el rostro.

En ese momento sentí hielo en el pecho. Fiebre, dolor. Mis piernas empezaron a temblar y en mi cabeza empezó una guerra de mil frentes.

Ella empezó poco a poco a acercarse a mi.

Y entonces lo entendí todo.

Todo lo que antaño construimos debía ser ahora destruido. Aunque para ella no fuera en su totalidad, para mi cada pequeña parte de ese mundo era única, reservada, e imprescindible para la totalidad del mundo que creamos. Por mucho que dejáramos pequeñas partes en pié, no servirían para sostener todo el peso que ello nos conllevaría.

"¿Cómo iba a imaginar tras la Muerte se escondía mi Musa, Cariátide, Reina, Diosa del Destino?"

La destrucción parcial de nuestro mundo era algo incontemplable para mi.
Seguir jugando como hasta ahora resultó serlo para ella.
Y ante tal enfrenta recogí la poca fuerza que me quedaba, me dí media vuelta y empecé a correr.

Estaba huyendo destruyendo así ese mundo en su plena totalidad.

Quizás sólo así pueda funcionar. Algún día.

[...]

Los segundos han sido condenados a cadenas aún más grandes y pesadas desde ese momento.
Siento que llevo demasiado tiempo y que he gastado demasiada energía en dicha huida.
Pero sigue sin ser suficiente.

No miro atrás. No se si ella se ha quedado ahí viendo como nos perdemos o si como hice yo tiempo atrás ha emprendido una persecución. No puedo mirar atrás. Quiero hacerlo. Quiero ver su rostro. Quiero saber que hace. Pero no debo mirar atrás.



Como el descenso de Orfeo a los infiernos a por su amada Eurídice,  una mira hacia atrás para ver si ella le sigue rompería la condición del dios Plutón castigándole definitivamente a la pérdida de su amada.



Los infiernos son nuestro mundo, ella es mi Eurídice, el dios Plutón nuestros miedos y yo el que se va luchando con fuerza y alma por no mirar atrás.


" No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. Mira atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. La amas. No mires atrás. No mires atrás. La amas. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás. No mires atrás."

                                                                                                                                      No mires atrás.

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